EDITORS

THE BACK ROOM (2005)

Recuerdo mi primera toma de contacto (en este caso auditivo, claro) que tuve con el debut de Editors y la primera sensación que tuve aquel día fue la de haber dado con un clon de Interpol, que bebía incluso de sus mismas fuentes, con Joy Division a la cabeza. Desconozco si hay mucha gente que tuvo la misma sensación que yo al escuchar por primera vez a esta banda de Birmingham (Inglaterra) y a diferencia de mí, no cambió de opinión, pero el caso es que ahora, pasado el tiempo, los veo como un grupo elegante, convincente y muy atractivo, que ha conseguido llegar a mucha gente sin alardear de originalidad. En la actualidad se puede decir que a pesar de haber editado tan solo tres álbumes, se puede decir que es una formación consagrada y que vive una evolución ascendente, sobretodo gracias al que fue su segundo disco 'An end has a start', un trabajo espléndido en el que dieron con la fórmula perfecta para atraer oyentes sin prejuicios en las comparaciones, pero sin embargo me gustaría destacar el efecto de su puesta de largo, donde se mostraban menos recargados y más espontáneos, logrando dar una tonalidad oscura sobre pragmáticas melodías de manual, para hacernos dudar de que en realidad se tratara de un grupo novel. A destacar, la tímida épica de los primeros compases de la inicial "Lights", con la inflada (en el buen sentido) voz a capella sobre unos acordes limpios, para encontrar un hueco a posteriori en una instrumentación luminosa y un estribillo lustroso, "Munich", mi favorita del disco con esos aires post-punk, la batería llevando la batuta rítmica y la armonía rozando la perfección en unas estrofas cargadas de belleza, "Blood", sublime pieza de espíritu bailable a pesar de su poso gótico y que posiblemente sea su tema más efectivo a la hora de trasladar su discurso al directo, "Fall", que trae a la memoria la propuesta de su paisanos de Elbow y que abre un paréntesis para la calma y la tristeza entre tanta energía, recuperada al segundo de acabar con "All sparks", destello de luz con guitarras descaradas para convertirse en uno de los temas más emblemáticos del grupo, "Camera", que sitúa en algún lugar entre la delicadeza de Coldplay y el clasicismo opaco de la respetada banda ochentera The Chameleons, en esa parte final que brilla a base de sintetizadores evocadores, "Fingers in the factories", que recupera el pulso bailongo en un ir y venir de ritmos sobrios, "Bullets", maravilla rockera que recuerda un pelín a los principios de The Killers y que bebe también de las fuentes de U2 en todo un tratado de rock nervioso extraído de las profundidades de su alma errática en un estribillo apoteósico, "Someone says", tétrica oscuridad heredera del Ian Curtis de moral decandente, en tres minutos de potencia eléctrica, y la bella "Distance", atmosférica, densa, melancólica y pasional despedida que recobra la vitalidad taciturna de los mejores Echo And The Bunnymen. Un buen comienzo que hacía preveer que había cimientos suficientes como para consolidar un notable talento de cara al futuro, y así ha sido, creo yo. Tom Smith, Edward Lay, Chris Urbanowicz y Russell Leetch son Editors.