domingo, 3 de abril de 2011

MANIC STREET PREACHERS

JOURNAL FOR PLAGHUE LOVERS (2009)

Hubo un tiempo en que en los días que me levantaba de mal humor recurría a grupos muy densos, potentes, llenos de fibra metálica, por citar algunos ejemplos, Korn, Tool, System Of A Down, Ministry, Pyogenesis... aunque con un requisito, que tuvieran un mínimo tinte melódico, que no hicieran ruido por que sí, cosa que hizo que con el tiempo fuera endulzando un pelín más mis preferencias para situaciones así y pasara a optar por otros más accesibles como At The Drive-In, Refused, Boris o Queens Of The Stone Age.

Hoy me he dado cuenta que ya no acudo a discos descarnados para momentos de mala sombra, porque tras pasar una noche de perros por culpa de un desgraciado amigo de algún vecino que se dedicó a vocear hasta las tantas de la madrugada y remató la faena desquitándose de la borrachera echando hasta la última papilla en la escalera, lo primero que he hecho al ponerme en pie ha sido buscar el que hasta el momento es el penúltimo disco de esta, ya consagrada a todas luces, banda de Blackwood (Gales). Es posible que me haya venido a la memoria la imagen de la portada, toda una declaración visual de como le tendría que haber dejado la cara al soplagaitas ese, si no me hubiera mentalizado de que eso no iba a solucionar nada, pero el caso es que por ser el disco más rockero de su discografía y porque necesitaba oír rugir las guitarras, lo he tenido claro, y que queréis que os diga, me ha sentado de fábula.Ya ni me acuerdo de lo poco que he dormido por culpa de ese morenito juerguista (era dominicano, pero de verdad que eso no me importa, estaría igual de molesto por su actitud si el sujeto fuera allí, de Pekín o de Talavera de la Reina), me he metido dentro de este disco con los cinco sentidos y me ha gustado la experiencia.

Manic Street Preachers, no ha sido nunca una de mis formaciones predilectas ni mucho menos, pero siempre sacaban hits resultones que acababan llamándome la atención, curioso, porque en este 'Journal for plague lovers', hay una ausencia total de esa virtud, aquí todo se ha de asumir como un conjunto, han conseguido renovar su propuesta y recuperar la gloria perdida tras la publicación de aquel lejano 'Everything must go', un álbum en el que todavía se podía disfrutar del talento del malogrado Richey James, líder por aquel entonces del grupo, cuya pérdida (se le dio por desaparecido tras años de intensa búsqueda, con la esperanza de que continuara con vida, pero a sabiendas de que era difícil porque la última vez que se le vio andaba merodeando por un puente donde habían suicidios con frecuencia) fue una losa para un grupo que siempre fue contracorriente, ya que cuando ellos gritaban proclamas poéticas antisistema comenzaba en el Reino Unido una época de hedonismo y diversión que duró desde el sonido Madchester hasta el fin del brit-pop. Fueron años de éxito los que precedieron aquel suceso, pero nunca alcanzaron la inspiración absoluta, es más, se acomodaron con trabajos dignos pero algo vacíos, como el sugerente 'This is my truth tell me yours', al que siendo de notable alto, le faltaba cierto halo nostálgico y un poco más de furia.

Ahora, instalados en la madurez y la consagración, los galeses han roto esa desidia y con once discos de estudio a sus espaldas se han soltado la melena con una trilogía (después de este lanzaron 'Postcards for a young man' y está en camino '70 songs of hatred and failure') que rrevuelve los cimientos de sus inicios. Gran parte de la culpa la tiene la elección del ilustre productor y componente de Shellac, Steve Albini, que se encargó de poner toda la carne en el asador tras los mandos para que esa instrumentación sonará con más empaque que nunca, y el hecho de que todas las letras estén escritas por su añorado compañero de banda, puesto que recuperaron viejos escritos del artista . Un tratado rabioso repleto de canciones aceleradas, medios tiempos gloriosos y una actitud que ya querrían para si muchos jovencitos ingleses que han pasado del local de ensayo a la primera línea de meta en un suspiro por obra y gracia del negocio.

Cortes interesantes donde prima un aire juvenil, descarado, muy irreverente y, sobretodo, sin ningún ápice de concesión melancólica en sus sesenta minutos de duración. Buena prueba son, la fulgurante "Peeled apples", arrollador prólogo con spoken word incluido donde se nota sobremanera la mano del emblemático productor de Pasadena (California), en un destello hard rockero que nos trae a la memoria por momentos a Thin Lizzy en su desarrollo instrumental y a Iron Maiden en el registro vocal del estribillo, dando una muestra más de la capacidad innata de su vocalista, capaz de parecer el sucesor de Freddie Mercury y al segundo dar la impresión de estar a la cabeza de las voces del metal ochentero, "Jackie Collins existential question time", más luminosa y accesible, flirteando con el glam-rock y con una melodía que parece prestada del 'Todo nos parece una mierda' de nuestros Astrud (igual a alguien le parece que acabo de soltar una aberración, pero si la escucháis detenidamente no veréis tan descabellado el símil), "Me and Stephen Hawking", mi favorita del lote, en algún lugar entre Foo Fighters, el power-pop de finales del siglo pasado y los Dinoasaur Jr más animados, una tregua con la delicadeza acústica de "This joke sport severed"", inmensa en su parte final con esa preciosa parcela orquestada, la homónima "Journal for Plague Lovers", magistral en su tour de force rítmico de adictiva atmósfera, "She bathed herself in a bath of bleach", retomando el pulso en lo que mejor se les ha dado los últimos años, crear hits innegables, ya que la canción en cuestión es todo un pelotazo pegadizo de esos que se te quedan en la cabeza todo el día si empiezas la jornada con ella, "Doors closing slowly", honra a la elegancia de David Bowie y Pulp, reduciendo la energía de forma sutil, "All is vanity", aligerando el transcurso para cruzar la meta de un salto mortal a la modernidad, ya que las guitarras son herederas del nuevo rock británico que tan en boga está en la actualidad, ese que practican (por nombrar a alguno) Biffy Clyro, "William's last words", honesta y tímidamente folkie, muy deudora de Lou Reed hasta en el modo de cantarla (en esta ocasión se encarga de ello excepcionalmente el bajista Nicky Wire), y la chocante versión de los geniales Felt "Primitive painters", que llevan a su terreno con buen gusto, sumo cariño y loable respeto, alargando sus buenas sensaciones hasta superar los diez minutos de duración.

Una grata sorpresa que James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore grabaron con la ayuda de Katherine Thomas, Joanna Parkhurst, Nathan Stone, Andy Walters y Bernard Kane.

2 comentarios:

  1. Susanita (la de la pelicula)14 de abril de 2011, 2:28

    Don't Get Lost... don't Get Lost :) creo que te comenté que éste disco me agradó, un abrazo.

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  2. Y yo que me alegre dulce Susanita ;)

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