domingo, 11 de diciembre de 2011

LIGHTSPEED CHAMPION

FALLING OFF THE LAVENDER BRIDGE (2008)

Cansado todavía del viaje pero eufórico por la victoria azulgrana en el clásico, retomo la actividad tras unos días de parón a causa del puente de la Purísima que me ha dejado un poco noqueado porque pretendía descansar y lo he hecho pero en negativo. Los dolores no remiten y empiezo a estar algo chafado de moral, pero como no quiero ser palizas con el tema, porque tengo la sensación de que estoy quedando como un carcamal hipocondríaco llorón al uso día si dia también, aquí doy carpetazo al asunto con la promesa de no volver a mencionarlo. De repente y sin saber muy bien el motivo, esta mañana ha venido a mi memoria la figura de este insólito personaje llamado Dev Hynes, nacido en Houston (Texas), pero criado en el Reino Unido y que edita sus discos en solitario bajo el nombre de Lightspeed Champion. Su nombre salió a la palestra como miembro de los extintos Test Icicles, uno de esos grupos que tuvieron un éxito efímero a mediados de la década pasada dentro del revival post-punk. Genio y figura, este curioso individuo hace gala de su sentido del humor a la que puede y ello le ha permitido codearse con lo más granado del género en cuanto a colaboraciones se refiere y labrarse un respeto y aprecio sin igual (gente como Tindersticks, Hope Of The States, The Triffids, The Brian Jonestown Massacre o Warren Ellis, lo tienen en un pedestal).

Lo que más me chocó de su propuesta fue el primer impacto, al ver que un negro melenudo vestido como un repipi dandy inglés se decantaba por el country para presentarse en sociedad, algo que no me negaréis, resulta francamente sorprendente, más si sabemos sus orígenes en bandas garageras de espíritu punk. Al tiempo descubrí con suma fascinación que este tipo no solo había pertenecido a aquella breve pero fresca banda, sino que era un inspirado compositor capaz de elaborar temas para The Chemical Brothers, Bassement Jaxx, Diana Vickers o Florence And The Machine, ponerse a los mandos como productor para mejorar el sonido de artistas como Solange Knowles (la hermanísima de la popular Beyoncé) o Theophilus London y demostrar su pericia como multiinstrumentista tocando con destreza todo tipo de guitarras, violín, piano, batería, contrabajo y violonchelo, además de escribir algunos libros y comics entre medias, y todo ello con apenas veintitres años que tenía entonces. Todos esos reclamos quizás hicieron que prestara una atención mayor a este disco de debut, pero creo que tendría la misma opinión de este ameno 'Falling off the lavender bridge', un álbum cálido repleto de humor y optimismo que se digiere tan bien como un digestivo culín de orujo de hierbas después de una comida copiosa.

El disco, basado en sus sueños y experiencias vitales en las dos partes en que se divide, comienza con una intro, "Number one", que da un aviso de lo que podemos encontrar en un cómodo slide que aventura un amasijo de melodías alt-country haciendo notoria desde el principio la mano del gran Mike Mogis, reputado miembro de Bright Eyes, Lullaby For The Working Class y Monsters Of Folk, en la producción, y desde ahí brotan los estribillos alegres, los matices sonoros veraniegos y la magnificencia de un discurso accesible y bravo con la estrella del lote "Galaxy of the lost", impregnada de la esencia de las bandas que cobija el sello Saddle Creek y el frío pero confortable paisaje de Omaha (Nebraska), lugar idílico donde se grabó este trabajo y que está presente a lo largo y ancho de su minutaje, ya sea en cuanto a colaboraciones o a afinidad estilística, un corte precioso lleno de emoción en su armonía y que cabalga entre el folk y el pop más eficaz, "Tell me what it's worth", deliciosa con ese magnifico dúo entre nuestro protagonista y la sensacional Emmy The Great que comparte su voz en la práctica totalidad de la obra, "All to shit", explícito título para una pista dócil que recuerda a las creaciones de Brian Wilson para sus The Beach Boys, "Midnight surprise", donde la influencia de Conor Oberst, tanto en voz como en intención musical es descarada, "Devil tricks for a bitch", una bella canción minimalista que apuesta por el menos es más, pues tan solo le escuchamos a él acompañado de su violín durante los primeros compases, hasta que entra una sección rítmica muy idónea que le acerca al universo barroco, tal vez a Andrew Bird, por dar un nombre, "I could have done this myself", que parece que vaya a arrancar su nervio rockero pero finalmente deriva en otro obsequio complaciente para el oyente ávido de un tarareo nostálgico, aunque si que es justo decir que aquí hay más épica y coralidad que en el resto de piezas, narrando de una forma desnuda su pérdida de la virginidad (más bien en boca de sus propias palabras, su segunda vez, pues la primera fue tan torpe que no quiere recordarla), "Dry lips", cambio de tercio en busca de un hit eficaz para desmarcarse de un estilo concreto y que hubiera incluso encajado en el debut de Bloc Party dentro de su cara menos eléctrica, describiendo de un modo cómico su forzada vida sana alejada del alcohol por culpa de las ulceras de estómago que le afectan a menudo, y "Let the bitches die", otro reflejo de su ácido humor (el nombre se las trae) que trota sobre unos punteos muy pegadizos, despidiendo poco después la faena con una revisión acelerada del quinto tema que está dedicada a su madre, Wendela.

Un muy buen disco para un hombre inquieto que ahora nos sigue asombrando con su nuevo alter-ego, Blood Orange (no os perdáis los clips que hay de este proyecto por la red). En este primer largo de Devonté Hynes, estuvieron presentes músicos amigos de la talla de Tim Kasher (iluste voz de Cursive que se pasó por el estudio para colaborar con su voz en el tercer tema del disco), Derek Pressnall y Kianna Alarid (ambos de Tilly And The Wall), Joe Knapp (vocalista de Son, Ambulance), Nate Walcott (habitual trompetista en ruta de Bright Eyes), Clark Baechle (batería de The Faint), Susan Sanchez, David Coyote Bones, Nick Fackler, Karen Murphy, Mike Picanco, Mark Benson, Tom Clarke, Kimberley Salistean, Cynthia Ricker, Donna Carnes y Tracy Sands.

2 comentarios:

  1. Muy interesante y formativo.
    Escuchando el disco yo matizaría que usa un envoltorio country para canciones netamente pop. También he escuchado el disco de Bloood Orange y no le desmerece en absoluto.
    Un tio con esta pinta haciendo esta música sólo puede ser un fracaso, pero bueno, de genios están llenas las laderas de los caminos.

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  2. Toda la razón, más bien es pop de talante country, porque las melodías son muy edulcoradas.
    Blood Orange es muy interesante también.
    Las pintas no tiene desperdicio eh? jeje, pero como tú bien dices cuando hay buenos mimbres, poco importa.

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