sábado, 10 de noviembre de 2012

HOOD


COLD HOUSE (2001)

Que importantes han sido Hood para la evolución de la música independiente hacia la unión de sonidos. Esta mañana mientras escuchaba este quinto y a su vez penúltimo álbum en  la discografía de la banda de Leeds (Inglaterra), recordaba el revuelo que se armó a finales del siglo pasado con la aparición del innovador y monstruoso 'Ok computer' de Radiohead. Crítica y público loaron casi de forma unánime a los de Thom Yorke por el triunfo en su arriesgada jugada de mutar radicalmente de piel compositivamente hablando y explorar estilos hasta entonces inéditos en su ideario, abrazando la electrónica como un oso al cazador despistado. El resultado de aquel experimento es de sobras conocido, pues ya nunca más se supo de su vida anterior, giraron de cuajo hacía una dimensión hasta entonces deshabitada y decidieron quedarse en ella campando a sus anchas sin remordimiento alguno en una conclusión que les ha permitido con los años ser considerados unos genios para bien y para mal, haciendo desde la publicación de aquel artefacto, lo que les ha venido en gana, pero bueno, eso es harina de otro costal que en cierto modo no viene al caso contar, pues lo que me interesa hoy es hacer el parelelismo entre ellos y estos muchachos que desde la discreción hicieron algo similar unos años más tarde con la diferencia de que mientras unos crían la fama, otros cardan la lana. Ellos, por supuesto, esquilaron muchas ovejas.

Encaminados hacia la fusión del ambient, el synth pop, la indietrónica y el hip-hop, sus primeros pinitos mostraban a un quinteto joven que muchos creyeron patoso, predestinado al underground y la grabación doméstica (algo con lo que no coincido, pues en otra onda, sus primeras grabaciones tenían su encanto de igual modo), pero de la noche a la mañana en el último lustro de la década de los 90's crearon 'Silent 88' y  'Rustic houses forlorn valleys', dos trabajos que no solo cambiarían el rumbo de esta formación para siempre si no que serían claves imprescindibles del indie contemporáneo en el futuro. Orientada su propuesta en aquel período hacia la innegable virtud del atrevimiento, aquellos discos tropezaron por culpa de ese mismo factor riesgo, puesto que  no eran lo que se dice el adalid de la accesibilidad, pero abrieron una nueva vía de escape para los grupos ajenos al noise-rock imperante. Si bien en su primera etapa, el convencionalismo y el acomodamiento reinante en el universo del rock independiente de esos años ejercieron una severa influencia y dañaron en concepto las andanzas de su trayectoria, algo cambió de sopetón y la línea se tornó abrumadora y relevante para emprender el liderazgo dentro de la modernidad e innovación del post-rock embrionario (estilo en el que se les englobó con calzador), siendo el verdadero punto de inflexión su siguiente asalto discográfico, el genial 'The cycle of days and  seasons', la que a priori parecía su última reconversión y su obra definitiva. Pero cuando todo parecía que iba a asentarse, salió a la luz, este soberbio 'Cold house', para demostrar lo contrario.

Si su segundo álbum tenía apariencia de cajón de sastre porque no había un orden claro de las ideas y su tercera referencia se construyó a partir de aciertos y errores unidos en un efecto cautivador, siendo a la postre un Don beneficioso, con el cuarto abrieron una brecha firme y consecuente con algunos motivos de absoluto talento y magia emotiva atravesando el tránsito para encabezar un territorio virgen que desembocaría en la autentica originalidad, enfocados a la más sentida personalidad, por fin ya eran una realidad dentro de lo genuino. Voces distorsionadas,  melodías opacas, ausencia de convencionalismos, hegemonía del sampler, en definitiva, una huida de lo cotidiano dibujando formas heterodoxas unida a una sensibilidad extrema entre la fragilidad y el ingenio creativo. Aunque aún les quedaba pólvora para girar las tornas y sorprender, que genios!.

Como no hay quinto malo, construyeron los cimientos de la enésima reformulación expresiva. 'Cold house', constituyó una inapelable e ilusionante demostración de la capacidad regeneradora del grupo, sumido de lleno en un shock compositivo inagotable. En una colisión de la que resulta imposible salir indemne, los británicos integraron su tristeza otoñal en un mecanismo musical que partía del hip hop, la rítmica epidérmica y terrenos que fluctuaban entre la indietrónica, los glitches, el post-pop y el electro experimental, en una gloriosa renuncia a cualquier conexión con la instrumentación ortodoxa y rutinaria. Hood entendieron que el género variante del rap era una derivación avanzada ta o más válida para golpear al oyente que la que podía brindarnos cualquier vertiente eminentemente rock, y así dieron a luz muestras tan significativas como la explícita "They removed all trace that anything had ever happened here" con sus amigos de Why? y Doseone como invitados de lujo, un sentido guiño al colectivo Anticon que tanto a hecho por unir ambos mundos sonoros, un tema donde luce la melancolía y los movimientos sincopados con un violín taciturno y unos loops desconcertantes en el buen sentido, "You show no emotion at all", válvula de escape a la razón marcada, una confrontación con el pop de invernadero, adornada con elementos que años después acogerían con los brazos abiertos, con mayor o menor afinidad, artistas como The Postal Service, Ladytron, Telefon Tel Aviv o Lali Puna para sus propuestas, una maravilla para los oídos, con sus destellos de esperanza y su alma ligeramente bailable (ni que sea por esos tímidos vientos), "Enemy of time", que rompe la baraja para visitar a su compañero estilístico más fiel, el slowcore, algo que por un momento nos hace recuperar para la memoria a gente como Codeine, The New Year o Carissa's Weird, pero también el pragmatismo jazzístico de The Cinematic Orchestra, "I can't find my brittle youth", la más inmediata y nerviosa del disco, con una orientación claramente efectiva, tocada con instrumentos básicos y con un final corrosivo para recuperar el pulso, "This is what we do to sell out(s)", una pieza que a buen seguro Jimmy Tamborello tiene en un pedestal, un destello brumoso de cordialidad tapado por puntuales ruidos inquietantes, algo que hoy se considera sello distintivo del genial artista estadounidense, y "You're worth the whole world", corte de cierre donde repiten de nuevo los colaboradores del tema de apertura, esta vez para dar un toque de belleza todavía más placentero, parafraseando a su antojo y acompañando con sutil ternura.

Puede que no sea un álbum fácil, pero si se le da el tiempo que necesita para conquistar, se hace muy amable. Desde mi humilde punto de vista, una colección de muestras exquisita y que no se puede dejar en el olvido. Los hermanos Chris y Richard Adams, junto a sus amistades elegidas para la ocasión, es decir, Richard Hormby poniendo su pericia con la guitarra acústica, Andrew Staveley con la trompeta y Sarah McWatt con la flauta, además de los antes mentados colegas del sello Anticon, fueron los causantes de todo esto.


2 comentarios:

  1. Txarls, soy Lucas de nuevo. Mañana nos vemos en Calexico. Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Joder que alegrón me dio Alex cuando me dijo que venias, macho. Hace un huevo que no nos vemos, no puede ser mejor el plan de hoy.
    En nada y menos nos vemos, tio!
    Un abrazo de adelanto :D

    ResponderEliminar