martes, 5 de noviembre de 2013

TRANS AM

RED LINE (2000)

Desde bien pequeño he tenido una gran devoción por los coches americanos, ya sean deportivos, familiares o convencionales, y de cualquier década anterior a las del milenio que vivimos, es decir, de los 50's a los 90's del pasado siglo, sin que eso signifique que las máquinas actuales que vienen de allí no sean de mi agrado. De hecho, hace bien poco me enteré de la existencia de una marca que había sacado al mercado una especie de réplica del Chevrolet Corvette clásico, que me quitó el sueño varios días. El nombre del fabricante y el modelo era Rossi Sixtysix y me pareció una obra maestra de la ingeniería del motor, pero claro, un servidor ve maravillas del pasado que además acostumbran a salir en cualquier película que se precie de la época y es inevitable que le invada la emoción y olvide que la mecánica del motor tiene que ir evolucionando. A decir verdad, he soñado muchas veces que me recorría Estados Unidos de arriba a abajo por esas desérticas carreteras interminables que salen en sus filmes, con uno de esos enormes automóviles. El Plymouth Belvedere, el Cadillac Deville, el Buick Riviera, el Dodge LaFemme (rompedor de esquemas en los 50's, por ser el primero ideado para las mujeres, así que lo compraría para mi chica si estuviera forrado y ella lo quisiera, claro), los Chevrolet Chevelle y Camaro de los 70's, el Ford Crown Victoria, o como no, el Mustang. Todas estas obras de arte han sido protagonistas de clásicos de la gran pantalla de menor o mayor calidad, tales como 'American Graffiti', 'Cobra' (como olvidar el Mercury Monterrey, que conducía Stallone), 'El Cadillac Rosa' o '60 segundos' y de alguna manera he crecido con instantáneas suyas en mi retina, al igual que con iconos generacionales como el DeLorean DMC-12 que salía en 'Regreso al futuro' y el Pontiac Firebird TransAm, que tantos buenos ratos me hizo pasar de crío al dar vida a Kitt en 'El coche fantástico', y más al verlo posteriormente en 'Los Simpsons', 'Los locos del Cannoball', 'American Pie', 'Rocky' y 'Kill Bill', en varias versiones respectivas a su tiempo, demostrando que se trata de algo más que un simple automóvil. Tanto es así, que inspiró mis ganas de conocer la música del grupo que he elegido hoy para protagonizar la entrada.

Estaba yo más o menos por las fechas en las que su flamante 'Futureworld' vio la luz, dando un rodeo por las tiendas de discos del centro con una amiga común que tenía con un buen colega del pueblo, cuando entré en el desaparecido CdDrome a comprar algún que otro cd con un par de billetes frescos que me habían dado por un trabajo de albañilería, cuando les escuché por primera vez sin saber siquiera su nombre. Rápido pregunté al dependiente que de qué grupo se trataba el responsable de ese estimulante hilo musical que tenía puesto y me contestó que era el último de Trans Am, pero como ya había gastado parte del escaso presupuesto en 'Loveless' de My Bloddy Valentine y no me alcanzaba una novedad, en vez de comprar el album concreto que sonaba, me agencié una copia de 'Surrender the night', segunda referencia de su discografía porque estaba en oferta y además me cautivó con su portada, la cual protagonizaba una puesta de sol que parecía ser un señal divina de que iba a descubrir un nuevo amanecer sonoro. Efectivamente aquello era un preludio que se iba a cumplir. Llegué a casa y antes de abordar mi otra adquisición oí de cabo a rabo el post-rock matemático del trío de Bethesda (Maryland).

Ha llovido mucho desde entonces, pero recuerdo bien esa tarde-noche cuando volví y dediqué un buen rato a esas piezas que tanto me sorprendieron por su facilidad esquemática para crear algo innovador. Aunque tenía en mi humilde discoteca material de Tortoise, que tienen una gran afinidad con ellos, fue este grupo el que abrió mi mente por completo para acoger diversas formaciones de esos géneros, tales como Ui, Labradford, Bark Psychosis, Tarwater, Slint, Shellac y de rebote, los pioneros de toda esa rama (aunque viniendo de un estilo distinto como fue el krautrock), Neu!, Can, Karftwerk, Tangerine Dream y Ash Ra Temple. Poco después fui disfrutando aún mas de esa paleta de sonidos inabarcable con la que colorean cada uno de los nueve trabajos en formato larga duración que han editado desde sus orígenes hasta hoy. Folk, heavy metal, hardcore punk, Synthpop, electrónica, folk y las vertientes antes citadas, asoman sus coordenadas por cada uno de los rincones de su propuesta, generalmente instrumental, semi-bailable, desarrollada de una manera cerebralmente robótica y minimalista, buscando reinventarse en cada nuevo paso sin que se agote la fórmula original.

Empezaron en 1990, experimentando con la new wave y el rock clásico, tratando de hallar la horma de su zapato. De hecho su primer álbum de título homónimo estaba claramente influenciado por bandas setenteras como Yes, Boston y Bacham-Turner Overdrive. Producido por John McEntire, líder de Tortoise y bajo el amparo de Thrill Jockey, su sello de toda la vida y que se conoce como el mejor en materia post-rock, dejo claro que su pericia con los instrumentos les daría una extensa continuidad (la calidad de ejecución de la batería en esta banda es algo espectacular). A partir de ahí, han ido creando un universo muy personal que no para de crecer y variar, y de todo lo que podemos encontrar de ellos, me quedo con este mastodóntico doble llamado 'Red line', un disco que auna todos los ingredientes que en menor o mayor medida han ido adaptando a lo largo y ancho de su trayectoria.

Se trata del quinto en su cuenta particular, el que se supone que suele ser de consagración u olvido. En este caso, creo que es posiblemente el más acertado, ni que sea por ir más allá en su intención inconformista, ya que colisionaron frontalmente con el riesgo, para tirarles de las orejas, sacarlo a bailar y abandonarlo ebrio en el portal de su casa, como si fuera un mindundi sin importancia. Valentía, esa es la palabra. Un viaje de tira y afloja encumbrado por pistas como "I want it all", un portento percutivo que trae ecos de esa música germana a la que antes he puesto nombre y que fue clave para que con el tiempo se haya dado una vuelta de tuerca al rock, eléctrica, veloz, con voces en vocoder y unos teclados que recrean atmósferas tan nerviosas como inquietantes, "Casual friday", bendita locura de reminiscencias tribales que da entrada a "Polizei (zu spät), trepidante, psicótica, un ciclón vitamínico en el que todo suena en su sitio, con angustia deliberada, "Village in bubbles", que podría encajar en el genial 'From the double gone chapel' de Two Lone Swordsmen, con esos bajones sofocantes y esos arrastres espectrales que la hacen extravagante pero enigmática en su segunda parte, "For now and forever", afilando las cuerdas de esa guitarra raspada que deja que se acoplen felizmente los demás elementos como si de una fiesta ruidosa se tratase, "Play in the summer", sin duda su corte más directo, una apisonadora, fulgurante, poderosa, mi favorita del lote, de esas que despiertan al más aislado, "Don't bundle up", avasalladora, cruda, un envolvente contrapunto místico que vendría de perlas a cualquier película de terror para las escenas de pánico más efectivas, "Diabolical cracker", máxima expresión de su hipnótico aprecio por los tambores, esta vez para acercarse al tropicalismo oscuro, "I'm coming down", quizá la más accesible del repertorio, con una melodía ligeramente psicodélica que se apoya en una distorsión de alma stoner, a medio camino entre Kyuss y los The Dandy Warhols más primitivos, "The dark gift", enorme, un gozo inesperado que se alarga hasta alcanzar casi los diez minutos de duración y que pasa por una elevada cantidad de géneros, iniciándose con ternura acústica para envolverse en vendas retrofuturistas a golpe de baqueta y sitar, apagando la hoguera provocada con un paisaje sinfónico de dulce sabor en la recta final, "Slow response", contradiciendo desde el título a su realidad, un tema duro y épico, "Ragged agenda", más carnaza musculosa, adrenalítica y furiosa, y "Shady groove", fabulosa sentencia cuyo ritmo embriaga y que deja un gratísimo sabor de boca.

Trans Am son y han sido siempre, Nathan Means, Philip Manley y Sebastian Thomson. No sé si explícitamente o no, pero su obra parece haber calado en buenas bandas actuales como los japoneses Boris, los argentinos Uma Totoro o los andaluces Tannhäuser. Decir también que a pesar de la seriedad de su mensaje, son unos tipos que tienen un gran sentido del humor. Por ejemplo, uno de sus álbumes, 'TA', cuenta con un interior de imágenes paródicas de las boy bands (la que he puesto al lado de la portada, es una de ellas) y su contenido es una ácida crítica al movimiento electroclash. Esa vis cómica les hizo conectar de primeras con Maynard James Keenan, cerebro de Tool y A Perfect Circle, y (aunque nadie lo diría) tipo francamente gracioso, que les eligió como acompañantes en la gira americana correspondiente al último trabajo de su banda principal.


2 comentarios:

  1. Me encantan las anécdotas que nos traes!, es que... eres el chico más adorable que hay en el planeta!, mua!... además siempre le encuentras el lado positivo a los discos que posteas. Esta banda es interesante, tiene canciones muy buenas y otras uff, muy extrañas, ya lo hablamos. Sin embargo, es un lujo escucharlos y venir a expresarme por aquí. Mua!

    ResponderEliminar
  2. Y a mi me gusta mucho contártelas ya sea por aquí y de manera más personal y que te guste escucharlas sin considerarme un brasas :)
    Adorable eres tú, yo soy solo un fiel admirador de tus virtudes, preciosa!
    Trans Am, como te dije, es un grupo raro, de difícil digestión, se ha de cocer a fuego lento su propuesta para que cuando conectes del todo con ella, te conquiste como un buen guiso.
    Para mi es un lujo y un privilegio compartir mi gusto contigo y que tengas la gentileza de expresarlo aquí.
    I love you, princess <3

    ResponderEliminar