martes, 20 de octubre de 2015

JOAQUÍN GARCÍA

THE MOURNING (2015)

Hay discos que resultan balsámicos, que poseen un efecto sanador casi terapéutico teniendo en cuenta que pueden ser capaces de ayudar a olvidar un acto de resignación o rabia, cambiar el humor del oyente y hacer que toda mala sangre provocada por un mal estado de ánimo, fluya como una corriente serena sobre lagos de belleza infinita. Un buen ejemplo es el nuevo Ep de Joaquín García, un trabajo compuesto de cuatro canciones que ya desde la imagen de su portada nos evoca un paisaje idóneo para calmar y estimular nuestras acciones a partes iguales, porque su sonido tiene tanto de relajante como de poderoso, mezclando magistralmente momentos de intimidad con retazos de épica justificada. Lo acabo de comprobar porque estaba en plena ebullición de impotencia e ira viendo caer la lluvia desde mi ventana y empezando a asumir que iba a ser imposible disfrutar de una planeada tarde de ocio con partido de basket de por medio en pista descubierta, cuando antes de estrangular al implacable destino que tan mal nos quiere a mi y al deportista inconstante que llevo dentro, he decidido tratar de desconectar mirando el lado positivo de las cosas y llevándome al oído 'The mourning', en un bucle que ha abrazado mis sentidos y se ha convertido en el más comprensivo antídoto que podía haber encontrado. Ya no me importa que a las leyes de la naturaleza les haya dado este mes por boicotear mis entrenamientos (cuesta de creer pero el cielo solo llora los dos días de la semana que tengo previsto ir a jugar en la cancha de mi antiguo colegio), veo el lado positivo de las cosas porque ese espacio de tiempo en el que debería estar corriendo y saltando como un jabato, lo voy a suplir haciendo algo mejor: enredarme en las ramas de esta joya electroacústica y escribiendo sobre sus virtudes.

Bajo el auspicio del prolifero colectivo Pedro y el Lobo (Gloom, Page Sounds, My Empty Phantom, Thom Byles y mis queridos Big Big Love, son sus compañeros de escudería), Joaquín García se va haciendo un nombre en la escena independiente de su ciudad, la cual va creciendo cada vez más por la apuesta que se está haciendo en su circuito de salas de conciertos, donde se van programando actuaciones de las bandas que forman esta nueva ola. La buena relación entre las formaciones y esa tesón puesta en demostrar su valía por parte de los implicados se está traduciendo en iniciativas fructíferas como la acontecida hace un par de meses en el festival solidario Yes Eri, Yes! que se hizo con la intención de costear parte de los gastos del tratamiento de una chica afectada de una extraña enfermedad, en un bello gesto que ennoblece la labor de músicos y sello en pro de disfrutar con lo que se hace y de paso crear una comunión entre ellos y el público que les sigue. Cabeza visible de ese prometedor movimiento que está progresando a pasos agigantados, nuestro protagonista del post de hoy, se ha ido labrando una reputación cuyo siguiente paso debería ser la confirmación de que estamos ante un artista internacional que debería ser llamado a filas para presentar su propuesta fuera de sus fronteras. Tiene mimbres suficientes como para que le pongamos a la altura de algunos de los más reputados genios de las coordenadas estilísticas por las que se mueve su discurso, como por ejemplo Bon Iver (salvando las distancias impuestas por la experiencia y los medios económicos para la producción, le encuentro muchos puntos en común con el estadounidense, aunque entiendo que puede ser muy atrevido por mi parte afirmar tal cosa) y por ello su mensaje encajaría en cualquier lugar donde se aprecien este tipo de manifestación emocional. Pero bueno, como eso es harina de otro costal, lo mejor es que me centre en este nuevo plástico que es lo que nos interesa en este momento, más allá de la reivindicación de su directo.

Pocas veces se pueden hallar tantos matices en un álbum de corto minutaje, como los que podemos disfrutar en la segunda referencia de este artista de México D.F. (México), del cual hablé hace unos meses con motivo de la reseña que dediqué a su primer larga duración 'The local universe', un debut extraordinario que con el paso del tiempo y tras la aparición de su predecesor, se puede entender como un paso hacía la madurez y el asentamiento como compositor del chilango. Si leísteis aquellas líneas recordaréis lo mucho que me gustó el contenido de su ópera prima empezando por esa maravilla de apertura llamada "In & out", pero os aseguro que cualquiera de las aquí mostradas superan con creces la calidad de antaño dejando clara una evolución que se presume ilimitada. En esta ocasión ha puesto toda la carne en el asador y rizado el rizo, dotando de desarrollos elásticos cada uno de los cortes y profundizando en diversos estilos saliendo bien parado en la fusión que realiza entre los mismos. Aquí se distinguen reminiscencias folk, rock, soul, jazz, blues y pop en cada una de las piezas de esta obra de corta pero intensa duración donde la temática de las letras trata sobre la pérdida, analizando lo que se siente en el proceso del duelo, tratando la muerte desde una perspectiva de superación con la que cualquiera puede sentirse identificado incluso teniendo la fortuna de no haber experimentado la ausencia eterna de un ser querido, como si con ello diera una visión honesta de lo que se aprende de los golpes, e hiciera especial hincapié en lo banal que puede ser sentirse importante cuando la vida solo es un trayecto plagado de incertidumbre, Atendiendo al veloz proceso de grabación que limitó su estancia en el estudio un año respecto a su anterior álbum por lo rodado que se dio todo entre él y sus músicos de acompañamiento, se entiende que obtuvo plena satisfacción con lo plasmado, algo que se puede trasladar a la percepción del oyente, que disfruta de un compendio pulcro y afable no extenso de fuerza, por eso se me antoja necesario destripar cada uno de los cortes de forma minuciosa.

Van Morrison, Leonard Cohen y Bob Dylan. Tal vez esos sean los puntales que han servido de fuente de inspiración para su carrera y de ellos absorbe esas tonalidades añejas que aplica a su poemario, ni que sea por la nostalgia de aquellos viajes por carretera en familia, cuando su padre ponía los discos de esos clásicos legendarios en el radiocassette del coche. Del primero aprendió a apreciar la fusión de géneros, tal como él mismo reconoce, y posiblemente el sabor a whisky destilado y el aroma a café que impregna las paredes de este extended play, tengan mucho que ver con lo que se cocía en su país vecino en los 60's, pero la verdad es que limitar su paleta a esos referentes sería muy simple porque lo suyo brilla con luz propia, suena actual y personal sin importar las deudas que tenga con el pasado. La aventura comienza con "Deep water", dividida en tres hipotéticos actos, el inicial de apenas cuarenta segundos, vital, enérgico, con un canto decidido y unos vientos solemnes que pueden traer a la memoria a The Zutons, el intermedio, dotado de un equilibrio suave, aterciopelado, interpretado con la acústica repitiendo un acorde cálido y acompañado de un saxo primoroso que ilumina la atmósfera taciturna pero optimista de su estribillo, y un desenlace que recupera el pulso del comienzo, pero lo potencia con más metales y una ligera psicodelia de coartada progresiva que encajaría en el manual de estilo de Hawkwind, siguiendo la estela con "By the river", fabuloso medio tiempo que derrocha tecnicismo en el trato a las percusiones y el órgano, prevaleciendo por encima de todo el mimo a la melodía, "Sit still", un punteo hipnótico y unas polifonías imponentes que derivan de la gravedad al falsete y dibujan un surco de emotividad intemporal que entra directa al corazón, y se cierra con "The city", un sensacional punto y aparte, que a cada nueva audición nos irá descubriendo elementos inéditos sorpresivamente, puesto que en su recta final incorpora instrumentos que parecen renacer en el aumento de las escuchas. En resumen, un pequeño trabajo por duración pero enorme por su interior.

Joaquín Garcia tuvo el apoyo de diversos amigos cercanos en los coros y de Rodrigo Desentis, voz y guitarra en The Risin' Sun, que aquí se encarga de la batería, Iván Ramos, al bajo, instrumento del que se encarga a tiempo completo en Flamingo Sunset (banda de la que también es vocalista), Santiago Narváez, responsable de los arreglos de guitarras del disco, y al que podemos encontrar como multi-instrumentalista en Gloom, Elis Williams, saxofonista de origen galés, y Carlos Metta, compositor y creador de Page Sounds, que se hizo cargo de los teclados. Gente de confianza y que forma parte del loable colectivo cercano a PYL.  La producción la compartió a medias con Pablo Carvallo.

http://www.thelocaluniverse.mx/

2 comentarios:

  1. No lo conocia, buen aporte! Saludos

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  2. Que bien que te haya gustado. Esta muy bien la música de este artista. El anterior tiene muy buenas canciones también y es muy grato de escuchar. Lo ví en directo cuando estuve en D.F. y suena genial en vivo, ojalá alguien se anime a traerlo por aquí.
    Un abrazo, Serge!

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