WOODS

AT ECHO LAKE (2010)

Tras unos días de ausencia, he vuelto a la ciudad tras un extendido puente que me ha dejado en el dique seco por culpa de un frío que tarde o temprano tenía que llegar. Llevo un resfriado de mil pares y me duele el cuerpo como si me hubieran dado una paliza dos luchadores de sumo utilizando el suyo. Pero bueno, no me puedo quejar, supongo que es el peaje que hay que pagar por haber pasado estos días de una forma un tanto diversa, compaginando paseos por el bosque bajo un cierzo abrumador y con poco abrigo con el protegerse, con escapadas a la capital para disfrutar de los encantos nocturnos de las fiestas del Pilar, hasta alcanzar la ebriedad y el trasnoche. Reflexionaba yo estos días en mi pasional idea de irme a vivir al pueblo y por primera vez en mucho tiempo he visto claro que sería un tanto duro estar allí todo el año, sobretodo en otoño e invierno, épocas en las que sale uno a dar una vuelta por las afueras para deleitarse con la natura y el paisaje y no ve un alma fuera de sus casas. A estas alturas encuentro estimulante esa tranquilidad, pero tal vez solo a rachas, así que tendré que dejarlo en un proyecto a largo plazo. De todos modos la desconexión es inmensamente sana, puesto que te liberas del estrés que se sufre en la jungla urbana y el tiempo se aprovecha de otra forma mucho más acorde al divertimento, sacando espacios para escuchar música o ver películas, que aquí son imposibles de encontrar. En uno de esos espacios le brindé un repaso exhaustivo a este fabuloso sexto (y último hasta la fecha) trabajo de esta banda de Warwick (New York), que en su día me recomendó mi buen amigo Víctor, el cuál me alabó además su directo, que a guiar por sus entusiastas palabras, tiene que ser toda una experiencia. Parece mentira que prestar atención a según que sonidos en aquellas tierras sea más productivo, que se tenga la sensación de que el tiempo se para, que la instrumentación penetre en tú interior como un soplo de aire fresco y liberador, y que las emociones se queden a flor de piel mientras se te olvida de donde vienes, pero así es, o al menos eso me pasó volviendo a escuchar las canciones de estos muchachos hace escasos días, con las ventanas de mi habitación abiertas y el sol (en una de sus pocas apariciones de la pasada semana), cubriendo de color cada nota. Un álbum con partes soleadas que pueden traer a la memoria a clásicos como The Beach Boys y realidades como The Shins, que navega entre el pop, la psicodelia, el folk y el rock sesentero, pero que posee la virtud de sonar intemporal y no solo en el sentido estilístico de la palabra, sino también en el climático, puesto que entra de maravilla en días de lluvia, sol, nieve o lo que se tercie, puesto que es una perfecta inyección de moral sonora que despierta mil y una sensaciones con las que soñar despierto. Esas voces dulzonas, esas guitarras minimalistas y esas atmósferas edulcoradas, sacan lo mejor de los pensamientos del oyente en una colección de canciones brillantes y radiantes de belleza, empezando por la marchosa "Blood dries darker", con ese ritmo cien por cien rockero de su inicio que va evolucionando hacía un cúmulo hermoso de ternura coral, la melancólica "Pick up", donde la voz se transforma con su tono aniñado en una delicia sentimental que cuadra de fábula con su poso tristón, la maravillosa "Suffering season", mi favorita del disco con ese encantador y enérgico deambular adornado por cálidas voces, que puede traer a la memoria mil y un referentes de distintas épocas (a bote pronto, yo pienso en Mazarin, The Format, Bright Eyes, The Magnetic Fields, The Spinto Band, Band Of Horses, Fruit Bats y como no, The Shins), la formidable "Time fading lines", que sigue fiel a ese concepto de encontrar el equilibrio adecuado entre nostalgia y alegría de pista a pista, la potente "From the horn", pieza instrumental donde dan rienda suelta a su lado rock, la añeja "Mornin' time", que si me dicen que está inspirada en lo que hacían bandas de finales de los 60's como Chicago o America, no me sorprendería nada, la directa "I was gone", que encajaría en cualquiera de los dos últimos lanzamientos de los excelentes Midlake, aunque con la diferencia de que el sonido de Woods siempre se decanta hacía el lado del lo-fi, con una producción un tanto ínfima, adrede, no obstante, y la extraña "Deep", donde desfasan anárquicamente con la incorporación de flautines y otras hierbas (no sé si esto tendría que ir con segundas) hacia terrenos un tanto ácidos (esto también podría ir con segundas, creo), para dar por zanjado este disco. Una interesantísima formación de futuro compuesta por Jeremy Earl, Jarvis Taveniere, Kevin Mörby y G.Lucas Crane.