Curioso personaje este nativo de Boston (Massachussets), que tras pasar su infancia y adolescencia en París (Francia), se trasladó una temporada a New Jersey y cruzó el rio Hudson para acabar afincándose definitivamente en Brooklyn (New York). Y digo todo esto, porque esa diversidad inquieta a la hora de fijar su lugar en el mundo, impregna su música. Un discurso que consta de dos álbumes de estudio y que se mueve entre el pop barroco o de cámara, el folk y la Americana, además de añadir pinceladas de otras músicas más inusuales como la circense, la de carnaval o la cabaretera. Toda esta amalgama de estados de ánimo sonoros dan una perspectiva muy atractiva al disco, que nos lleva a vivir sensaciones distintas en un contraste muy apetitoso, sin sobrecargas ni altanería, consiguiendo una sencillez muy convincente pasando de la tristeza a la alegría en un suspiro. Él cita como influencias básicas las trayectorias de Chan Marshall (más conocida como Cat Power), Nico, Jeff Buckley y Nina Simone, pero también se le pueden percibir ciertas deudas con The Magneic Fields, Owen Pallett o Andrew Bird, quizás más acordes a lo que plantea tanto en su debut como en este fabuloso 'El radio', un trabajo más elaborado y voluntarioso que su antecesor en el que comprende que para soltar todo su potencial tiene que dejar el lastre de la timidez, sacar pecho e inflar pulmón, para derrochar la energía de su voz y la calidad de sus composiciones. En la que es su última obra hasta la fecha, Garneau se descubre como un pequeño genio capaz de emocionar sin que lo encontremos demasiado ambicioso, y lo hace desde el primer corte "The leaving song", dos minutos de armonio y violín que cautivan de primeras poniendo sobre aviso de lo que vamos a tener la fortuna de gozar, llegando a un punto cumbre donde el lamento se hace eco y emula al más inspirado y dramático David Bowie, "Dirty night clowns", donde vuelve a relucir su maravillosa voz, aguda pero abrupta, solemne pero balbuceante, en una pieza que brilla con luz propia uniendo en uno todos los estilos musicales y emciones personales que adornan su discurso, destacando por encima una luminosa belleza coral que recuerda bastante a Sufjan Stevens, "Raw and awake", una perla acústica de talante folkie, íntima y cálida, "Hands on the radio", con una línea de piano que trae a la memoria el excelente "Lover's spit" de Broken Social Scene, un elemento que por cierto se puede describir como el instrumento vertebrador del álbum, y que interpreta con suma desnudez en la más estricta soledad, "No more pirates", con esas inesperadas trompetas y esos redobles de tambor que se acercan a la imprevisible heterodoxia de Regina Spektor, aportando un paisaje diferente al encontrar una luz optimista la mar de golosa, posiblemente la canción más bonita del lote, "Firefiles", juguetona e infatizida como si de unas CocoRosie masculinas o de unos Beirut festivos se tratara y la busqueda de lo doméstico y simple a través de unas leves cuerdas y unos chasquidos de dedos ideales para proteger ese memorable estribillo, "Home town girls", de sabor genuinamente americano,muy próxima al alt-country de finalidad reposada, "Cats and kids", en la que utiliza una caja de música que le da un tono melancólico al conjunto de una pieza ya tierna de por si, y "Les lucioles in re mineur", brevedad instrumental de corte clásico. Un músico interesantísimo que a pesar de que todavía no se ha hecho un hueco a nivel de masas, apuesto a que acabará consiguiéndolo.
sábado, 12 de febrero de 2011
CHRIS GARNEAU
EL RADIO (2009)
Curioso personaje este nativo de Boston (Massachussets), que tras pasar su infancia y adolescencia en París (Francia), se trasladó una temporada a New Jersey y cruzó el rio Hudson para acabar afincándose definitivamente en Brooklyn (New York). Y digo todo esto, porque esa diversidad inquieta a la hora de fijar su lugar en el mundo, impregna su música. Un discurso que consta de dos álbumes de estudio y que se mueve entre el pop barroco o de cámara, el folk y la Americana, además de añadir pinceladas de otras músicas más inusuales como la circense, la de carnaval o la cabaretera. Toda esta amalgama de estados de ánimo sonoros dan una perspectiva muy atractiva al disco, que nos lleva a vivir sensaciones distintas en un contraste muy apetitoso, sin sobrecargas ni altanería, consiguiendo una sencillez muy convincente pasando de la tristeza a la alegría en un suspiro. Él cita como influencias básicas las trayectorias de Chan Marshall (más conocida como Cat Power), Nico, Jeff Buckley y Nina Simone, pero también se le pueden percibir ciertas deudas con The Magneic Fields, Owen Pallett o Andrew Bird, quizás más acordes a lo que plantea tanto en su debut como en este fabuloso 'El radio', un trabajo más elaborado y voluntarioso que su antecesor en el que comprende que para soltar todo su potencial tiene que dejar el lastre de la timidez, sacar pecho e inflar pulmón, para derrochar la energía de su voz y la calidad de sus composiciones. En la que es su última obra hasta la fecha, Garneau se descubre como un pequeño genio capaz de emocionar sin que lo encontremos demasiado ambicioso, y lo hace desde el primer corte "The leaving song", dos minutos de armonio y violín que cautivan de primeras poniendo sobre aviso de lo que vamos a tener la fortuna de gozar, llegando a un punto cumbre donde el lamento se hace eco y emula al más inspirado y dramático David Bowie, "Dirty night clowns", donde vuelve a relucir su maravillosa voz, aguda pero abrupta, solemne pero balbuceante, en una pieza que brilla con luz propia uniendo en uno todos los estilos musicales y emciones personales que adornan su discurso, destacando por encima una luminosa belleza coral que recuerda bastante a Sufjan Stevens, "Raw and awake", una perla acústica de talante folkie, íntima y cálida, "Hands on the radio", con una línea de piano que trae a la memoria el excelente "Lover's spit" de Broken Social Scene, un elemento que por cierto se puede describir como el instrumento vertebrador del álbum, y que interpreta con suma desnudez en la más estricta soledad, "No more pirates", con esas inesperadas trompetas y esos redobles de tambor que se acercan a la imprevisible heterodoxia de Regina Spektor, aportando un paisaje diferente al encontrar una luz optimista la mar de golosa, posiblemente la canción más bonita del lote, "Firefiles", juguetona e infatizida como si de unas CocoRosie masculinas o de unos Beirut festivos se tratara y la busqueda de lo doméstico y simple a través de unas leves cuerdas y unos chasquidos de dedos ideales para proteger ese memorable estribillo, "Home town girls", de sabor genuinamente americano,muy próxima al alt-country de finalidad reposada, "Cats and kids", en la que utiliza una caja de música que le da un tono melancólico al conjunto de una pieza ya tierna de por si, y "Les lucioles in re mineur", brevedad instrumental de corte clásico. Un músico interesantísimo que a pesar de que todavía no se ha hecho un hueco a nivel de masas, apuesto a que acabará consiguiéndolo.
Curioso personaje este nativo de Boston (Massachussets), que tras pasar su infancia y adolescencia en París (Francia), se trasladó una temporada a New Jersey y cruzó el rio Hudson para acabar afincándose definitivamente en Brooklyn (New York). Y digo todo esto, porque esa diversidad inquieta a la hora de fijar su lugar en el mundo, impregna su música. Un discurso que consta de dos álbumes de estudio y que se mueve entre el pop barroco o de cámara, el folk y la Americana, además de añadir pinceladas de otras músicas más inusuales como la circense, la de carnaval o la cabaretera. Toda esta amalgama de estados de ánimo sonoros dan una perspectiva muy atractiva al disco, que nos lleva a vivir sensaciones distintas en un contraste muy apetitoso, sin sobrecargas ni altanería, consiguiendo una sencillez muy convincente pasando de la tristeza a la alegría en un suspiro. Él cita como influencias básicas las trayectorias de Chan Marshall (más conocida como Cat Power), Nico, Jeff Buckley y Nina Simone, pero también se le pueden percibir ciertas deudas con The Magneic Fields, Owen Pallett o Andrew Bird, quizás más acordes a lo que plantea tanto en su debut como en este fabuloso 'El radio', un trabajo más elaborado y voluntarioso que su antecesor en el que comprende que para soltar todo su potencial tiene que dejar el lastre de la timidez, sacar pecho e inflar pulmón, para derrochar la energía de su voz y la calidad de sus composiciones. En la que es su última obra hasta la fecha, Garneau se descubre como un pequeño genio capaz de emocionar sin que lo encontremos demasiado ambicioso, y lo hace desde el primer corte "The leaving song", dos minutos de armonio y violín que cautivan de primeras poniendo sobre aviso de lo que vamos a tener la fortuna de gozar, llegando a un punto cumbre donde el lamento se hace eco y emula al más inspirado y dramático David Bowie, "Dirty night clowns", donde vuelve a relucir su maravillosa voz, aguda pero abrupta, solemne pero balbuceante, en una pieza que brilla con luz propia uniendo en uno todos los estilos musicales y emciones personales que adornan su discurso, destacando por encima una luminosa belleza coral que recuerda bastante a Sufjan Stevens, "Raw and awake", una perla acústica de talante folkie, íntima y cálida, "Hands on the radio", con una línea de piano que trae a la memoria el excelente "Lover's spit" de Broken Social Scene, un elemento que por cierto se puede describir como el instrumento vertebrador del álbum, y que interpreta con suma desnudez en la más estricta soledad, "No more pirates", con esas inesperadas trompetas y esos redobles de tambor que se acercan a la imprevisible heterodoxia de Regina Spektor, aportando un paisaje diferente al encontrar una luz optimista la mar de golosa, posiblemente la canción más bonita del lote, "Firefiles", juguetona e infatizida como si de unas CocoRosie masculinas o de unos Beirut festivos se tratara y la busqueda de lo doméstico y simple a través de unas leves cuerdas y unos chasquidos de dedos ideales para proteger ese memorable estribillo, "Home town girls", de sabor genuinamente americano,muy próxima al alt-country de finalidad reposada, "Cats and kids", en la que utiliza una caja de música que le da un tono melancólico al conjunto de una pieza ya tierna de por si, y "Les lucioles in re mineur", brevedad instrumental de corte clásico. Un músico interesantísimo que a pesar de que todavía no se ha hecho un hueco a nivel de masas, apuesto a que acabará consiguiéndolo.
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lindo, hehe aunque no opine mucho sabes que siempre leo tu post diario y me alegra mucho. Desgraciadamente no he podido escuchar algunos discos que recientemente has subido, ya sabes porque pero esta portada tiene algo que me gusta!! un besito.
ResponderEliminarY yo valoro mucho ese detalle, eres un sol! recupérate bien que lo demás es totalmente secundario ;)
ResponderEliminarEste disco te puede gustar bastante, afortundamente no solo vale por la portada, ya verás. La voz es magnífica y la instrumentación goza de una sensibilidad magnética.
Me ha alegrado verte por aquí y que hayas inaugurado los comentarios de este post, que lo veía yo muy abandonado pobre, jeje.
Un besito curativo :)
Chico, no acertaste, jeje. Era este el post del cual te debía un comentario!!! Recuerdas que me lo recomendaste en ese bar en donde me dejé el pañuelo, después del concierto de Band of horses???? No sé si recordarás que te dije que me sonaba de algo... efectivamente que me sonaba, de que en la radio ponían mucho durante el "Dirty night clowns", vaya temazo, me encantó al escuchar el disco por primera vez.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este disco, y eso que en su conjunto he tenido que ir digeriéndolo poco a poco para que me acabara de enganchar del todo. Me encanta su voz, pero lo que más, las instrumentaciones (piano y violines son mágicos) y la elegancia que desprenden sus temas. Una de las canciones que más me llamaron la atención ha sido "Fireflies", ese toque de cabaret-jazz que tiene me vuelve loca. Y tampoco puedo resistirme a "No more pirates", no poreguntes por qué. As usual... acertaste conmigo!!!
Un besazo!!!!
Cachislamar! Cristóbal Guarnición!!! jo, es que hablo tanto que no recuerdo ni lo que digo, jajaja. No obstante tan solo leer el comentario me he acordado de aquella conversación en compañia de un par de claras :)
ResponderEliminarPero bueno, me alegra que te hayan enganchado algo las canciones de este muchachote. Los arreglos son muy elegantes, esa es la palabra idónea para definirlas. Me daba en la oreja además que las dos canciones que nombras, serían las que más te gustarían y te parecerá extraño por "No more pirates", pero es que recuerdo que posteaste un día un tema de Regina Spektor y algo que ver con su sonido tiene, asi que blanco y en botella, ya te he dado una posible respuesta a tu duda, jaja.
Un beso gigante!