FRAZEY FORD

OBADIAH (2010)

Cuando empezaba a escuchar música de bien pequeño, tenía la estúpida idea de que las voces femeninas carecían de personalidad, que todas sonaban igual y que no eran interesantes para mis oídos. Tal vez fuera porque solo tenía acceso a cantantes de radiofórmula que destacaban más por mover sus caderas con sensualidad que por su registro vocal o simplemente porque era un pobre crío ignorante, pero ahora que ya llevo unos años instalado en la segunda fase, habiendo subido de rango para convertirme en lo que hoy soy, es decir, un pobre medio hombre ignorante, soy un enamorado de la variedad de tonos que podemos encontrar dentro del panorama musical actual liderado por féminas, desde el potencial de Neko Case, con esos pulmones privilegiados, al tono psicótico-aniñado de Scout Niblett, la calidad de Feist, el encanto de Charlyn 'Cat Power' Marshall, la cálidez de Jenny Lewis, la sugerente melosidad de Laura Veirs, la sobriedad de Thalia Zedek, la dulzura de Joanna Newsom, la seducción de Kimbra, el temperamento de Kelly Hogan y así hasta poder completar mil líneas sobre cada una de ellas y muchísimas otras más, porque son una inagotable multitud. El pop, el rock, la electrónica ni cualquier otro género entiende ya de diferencias entre sexos, todo suena soberbio y solo nos queda seguir quitándonos el sombrero ante tanto talento global.

Con este pensamiento he afrontado la escucha de The Be Good Tanyas esta mañana y acto seguido del primer disco en solitario de su otrora líder y fundadora, Frazey Ford. Esta magnifica compositora, guitarrista y vocalista canadiense de Castlegar (British Columbia) se sacó hace un par de años un subliminal álbum de Americana donde sacaba a relucir todo su potencial dando brillo a una voz que ya conquistó a un gran número de seguidores en la etapa al frente de su banda madre, pero que al desprenderse de aquellas bellas polifonías que tan buen resultado dieron al trío de Vancouver (British Columbia), impactó con mucha más fuerza en los oídos de antiguos, fieles y nuevos adeptos.

Las canciones de su debut y único trabajo editado hasta la fecha, tienen además un precioso envoltorio soul y un espíritu heredero del mejor rhythm and blues ideal para acompañar su mayor baluarte, con la influencia reconocida de Donny Hathaway, Donna Pebbles y Roberta Flack para dar un enfoque añejo al minutaje, la mar de atractivo y apetitoso. Añadiría los nombres de Dolly Parton y Leslie Feist para acabar de cerrar la lista de referentes, pero a ratos pienso en lo injusto que es recurrir a nombres para encumbrar algo tan bueno.

Unas gotas de country, unas pinceladas de folk y reminiscencias pop para una colección de piezas excepcionales. Y con eso está todo dicho! dejaros conquistar por esta maravilla de sonido que extrae Frazey de sus creaciones y de esa garganta privilegiada porque pocas voces transmiten de esa manera hoy en día. El viaje por el corazón de la fantasía auditiva comienza con la adorable calma de "Firecracker", una pieza cargada de emotividad y espiritualidad introvertida, con el masajeo de un banjo y un órgano sobre esa delicadeza acústica entrañable, un reposado coro que sube de temperatura en el estribillo y una ternura intimista favorable, "Lay down with you", donde se asemeja en la entonación a Natalie Merchant en sus comienzo al frente de 10.000 Maniacs, un corte delicioso con una sutil sección de cuerda que le da un matiz pastoral con traje de gala, "Bird of paradise", que a mí personalmente me trae a la memoria a la difunta Janis Joplin en una hipotética transformación de ésta en mujer de vida ordenada, con una garganta cuidada y un hígado abstemio, una canción estupenda que gana en optimismo con esos vientos jazzísticos y esa melodía animada de alma fronteriza al son de los silbidos, "Blue streak mama", un medio tiempo generoso y rítmico que juguetea con las armonías en una onda que puede recordar tanto a The White Stripes como a ESG por su suave pigmentación funk, "Lost together", semi-blues desnudo, con pocos artificios y un bajo pronunciado al que apoya una base de raíz ancestral, narrando una historia que estremece con un padre arrepentido por sus errores pasados como protagonista, "Hey little mama", caramelo pop de efectivo gancho comercial, movida, en cierto modo bailable, con tendencia cincuentera al más puro estilo She & Him, pero también una de esas canciones accesibles que tan bien sienta encontrar en los discos de Emmy The Great, "Half in", más serena y triste en su fondo instrumental, aunque no por ello menos atractiva, un cambio agradable que no hace otra cosa que sumar variedad, y "One more cup a coffe", versión del viejo tema de Bob Dylan, francamente loable porque respetando las leyes de la original es llevada a su campo con naturalidad pasmosa haciéndola casi suya.

Una labor encomiable que no necesita regodearse en sus aventuras pasadas, que según la artista está inspirado líricamente en un momento emotivo que tuvo con su familia, y cuyo título proviene de la propia artista, algo que me da pie para contar la divertida anécdota de su elección, pues cuando nació, sus padres pidieron a sus hermanos que eligieran el segundo nombre de la recién llegada, y decidieron coger el de su gato Obediah que había fallecido recientemente. Una muestra más de sus estrechos vínculos sentimentales la da el hecho de que en este debut de Frazey Obediah Ford colaboran, su madre, su casero, un vecino, su mejor amiga Trish Klein (ex-compañera además en The Be Good Tanyas), y el padre de ésta, John Raham, que además produce el disco.