martes, 3 de abril de 2012

MORCHEEBA

BIG CALM (1998)

Como sabéis la mayoría de los que os dais una vuelta por aquí de vez en cuando, me gusta mucho irme de un extremo a otro musicalmente hablando, variando de estilo entre entradas, por eso hoy he decidido escribir sobre otro disco cautivador pero muy alejado de los postulados grunge que caracterizaban la propuesta de los protagonistas del post de ayer. No obstante, como me gusta pensar que todos los géneros están relacionados o cuanto menos creer que todos los grupos tienen cosas en común si investigamos un poco sus nexos de unión, Morcheeba han venido a mi memoria porque al igual que pasó con Soundgarden en su día, fueron unos secundarios de lujo dentro del movimiento en el que se les ubicaba en sus comienzos. Si aquel 'Superunknown' vivió a la sombra de 'Nevermind' o 'Ten' como el tercer miembro del aclamado podio del 'Seattle sound', 'Big calm', el segundo largo de esta banda de Londres (Inglaterra) lo fue del 'Bristol sound' que comandaron 'Dummy' y 'Mezzanine'. La diferencia tal vez fuera que mientras los estadounidenses competían de igual a igual con Nirvana y Pearl Jam con el apoyo de crítica y pública, el trío británico tuvo que soportar odiosas comparaciones con Portishead y Massive Attack, algo de lo que por ejemplo se libraron otros artistas y formaciones como Tricky (aunque este era el precursor. Nada que objetar), Björk y PJ Harvey (a quienes en sus inicios se les relacionó con la etiqueta), Groove Armada o incluso los bailables Moloko, entrando a liderar una injusta segunda división junto a Lamb, Hooverphonic y Archive que estuvieron en el ojo del huracán siendo acusados de falta de autenticidad por tratar de endulzar su sonido para hacerlo accesible a las masas y con ello evitar los riesgos que conllevaba la experimentación de su propio dogma y teniendo como recompensa el estrellato.

En fin, a mí todo eso me parece un cúmulo de patochadas, porque este álbum es excelente y más allá de valorar su actitud y su fidelidad a ese tipo de parámetros auditivos, lo que hay que destacar es su contenido. Creo que no tiene nada que envidiar a otros genios que dio el cada día más olvidado trip-hop. Bien es cierto que Adrian Thaws (a través de su alter-ego) y los de Beth Gibbons, propulsaron a cotas inimaginables la leyenda y consiguieron que beats lentos y preñados de lisergia invadieran el mundo civilizado, pero Morcheeba fue el canalizador que necesitaba con ese pop que golpeaba la puerta pidiendo entrar, invadir el espacio y acomodarse en un rincón de la parcela para aportar una nueva variante con más luces que sombras.

Llegué a ellos de una forma casual en mi periplo como objetor de conciencia, una breve etapa que recuerdo con gusto, porque tuve la suerte de no ir a hacer el bobo vestido de militar y a cambio tras mucho papeleo acabé en el centro aragonés de mi ciudad, pasando las horas jugando al pin-pon, conversando con paisanos, jugando a las cartas y tocándome la...panza en general. Fue a través de uno de mis compañeros de allí, que era un gran aficionado a la electrónica en todas su vertientes y me prestó este disco tras decirme 'hay una canción que te sonará mucho de la tv porque sale en un anuncio de coches y el disco es una delicia sobretodo por la voz de la chica (sic)'. Efectivamente, acertó en todo. También me pasó algunos discos de Orbital, Underworld y Bassement Jaxx, pero el que más me agrado sin duda fue este.

Sacarían unos años después un trabajo llamado 'Fragments of freedom", que iba más allá en su afán por sonar radiable. Eso fue un acierto y un error a la vez, porque los cantos de sirena hicieron que su vocalista abandonara el proyecto en busca de saborear las mieles del éxito sacando rendimiento a su voz en solitario, y la caída fue estruendosa, tanto para ella como para sus colegas que decidieron continuar con otra cantante y no acabó de cuajar la idea. Por fortuna, volvieron a unir sus caminos y se reunieron hace un par de años para editar 'Blood like lemonade' que sin llegar a rozar siquiera la inspiración de sus anteriores grabaciones, si es una primera piedra para asentar su vuelta con un retorno a los orígenes.

Me quedo con este segundo paso (su debut era un poco flojo) sin desmerecer el tercero, por la sencilla razón de que supieron dar con el método ideal para mezclar el blues, el pop, el rock, el downtempo o la electrónica y además envolver todo ello con unas orquestaciones preciosas en muchos momentos del minutaje. Valen de ejemplo pistas tan interesantes como "The sea", una canción suave de fácil digestión que al segundo de escucharla se convirtió en puro magnestismo para mí, tanto que volvía a ella una y otra tras la primera vuelta completa del álbum, un corte que evoluciona sobre punteos de guitarra reconfortantes y una base celestial que flota sobre un preciso scratch, "Shoulder hoster", sin saberlo antes de descubrir siquiera su nombre, la única pieza que conocía de ellos a raíz de haber formado parte de la campaña publicitaria de una marca de automóviles coreana ya desaparecida, o mejor dicho, absorbida por otra de mayor cálibre proveniente de Estados Unidos, con un ritmo hindú que le da un enfoque refrescante e inequívoco en su idea de plantear variedad, algo confirmado con "Part of the process", que cruza el charco para acoger la tradición del folk americano con un factor relevante de modernidad a base de sintetizadores, utilizando elementos propios del country como el slide y ese violín de melodía desgastada, con aroma a vieja resina, "Blindfold", mi favorita del disco, una delicia que mezcla multitud de estados anímicos abrazados por la portentosa voz de Skye, jugueteando con el brit-pop de The Verve y el pop edulcorado de los últimos The Cardigans, "Let me see", que también puso banda sonora a un spot televisio pero no recuerdo bien de que tipo, una composición inquieta, con nervio y sensualidad, tan próxima a la cubierta instrumental utilizada por Tom Waits en sus obras más cercanas en el tiempo como al son latino, "Over and over", sobresaliente medio tiempo donde una sección de cuerda ilumina su pasión acústica, "Diggin' a watery grave", los mundos de Ry Cooder y Rhavi Shankar unidos para abrir las fronteras en beneficio de la buena música, breve pero conciso ejemplo instrumental de lo que le late en sus altavoces caseros, y "Fear and love", una maravilla complicada de describir con un adjetivo que no sea ese, pues es pura poesía y gradilocuente belleza sonora a hombros de una sección de cuerda y unos pocos vientos que la hacen erigirse muy posiblemente en la mejor creación de su carrera.

Sensacional. Como dato curioso añadir que la bonita portada está inspirada en la cubierta de una viejo recopilatorio del compositor Ray Conniff, editada en 1966 bajo el nombre de 'Hi-fi companion'. Skye Edwards y los hermanos Paul y Ross Godfrey, junto a la inestimable colaboración de Pete Norris, Thomas Porter y Jessica Kennedy elaboraron esta joya infalible.

4 comentarios:

  1. Oye ¿sabes que haber hecho la mili se cotiza ahora al alza, que da así como un pedigrí muy potente? Es un dato que ya se empieza a poner en los currículum vitae, ojo al dato.

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  2. Y si la mili se a hecho con el traje de faena verde y sin chandal tiene un plus???

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  3. Par de mestres!
    Siento la tardanza en la contestación, pero se me metió un condenado (a muerte, porque ya lo han liquidado) virus y he estado sin conexión toda la semana.
    Individual como lo habría hecho en circunstancias normales...

    Joaquim! ni que decir tiene que en mi curriculum vitae (toma tecnicismo) hay un buen puñado de mentiras, como corresponde a cualquier pobre mentecato de mi éspecie con los mismos estudios que el hombre de Atapuerca, así que ahí dice que soy experto en artes marciales aprendidas con los mejores senseis de la legión durante mi período militar en África (¿?), así con disimulo mato dos pájaros de un tiro insinuando que soy un tio físicamente preparado y a la vez un buen español que estuvo dispuesto a morir por su patria (¡!).

    Viva el orden y la ley y la cabra al poder!

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  4. bboyz!! jaja, aún conservo ese chándal verde de la época (aunque es de mi hermano, pues solo él hizo la mili de los dos, claro). Parece más el que llevaba la selección lituana de basket en la era Sabonis que el del ejército en sí, pero no es muy decoroso.
    De todos modos es como un símbolo que se tenía que imponer en el tiempo, porque si la mili en los 80's, 90's solo servía para que cuatro adolescentes se hincharan a fumar hierba y aprendieran a hablar como curriquis de barrio (esa Banda Trapera Del río, que gran canción y palabrejo!) tenía que erigirse como la vestimenta distintiva.

    Un día os contaré un chiste a ambos sobre el chándal, L'Hospitalet y el Papa de Roma, a ver si me acuerdo que os echaréis unas risas...

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