martes, 4 de febrero de 2014

RICHARD SWIFT

THE ATLANTIC OCEAN (2009)

A duras penas a causa de una lesión en los dedos anular y meñique de la mano izquierda que me hace ardua la tarea de escribir con normalidad, afronto esta entrada con ganas de entretenerme un rato con este hobby que tanto me estimula. Arrastro esta dolencia, que se ha extendido a toda la mano zurda, desde el pasado Domingo y llevo ocho días tecleando como una tortuga cada vez que me pongo delante de mi viejo portátil, ya que me recomendaron usar solo la derecha y además llevo una aparatosa férula, pero me pueden más las ganas de continuar dando la murga por aquí que de hacer bondad y reposar tragando tele, total tampoco es para tanto y un balón de baloncesto no me pudo dejar tan fastidiado como para no poder hacer algo tan básico como publicar algo en el blog, contando alguna anécdota y compartiendo lo que me inspira un disco concreto. A paso lento pero firme, con el brazo en cabestrillo para evitar tentaciones impacientes y con música de fondo, voy a echar un rato largo para empezar la semana con buen pie y darle vidilla a esta (ya sea por una cosa o por otra) inconstante bitácora, con la relajación y buen ánimo que despierta la propuesta de este artista del que es difícil saber su procedencia exacta puesto que le gusta decir que no pertenece a ninguna parte concreta pero nació en el sur de California, llevando después una vida nómada junto a su familia que le llevó a recorrer y residir en gran parte de la geografía estadounidense.

Polifacético donde los haya, el bueno de Richard Swift emplea su tiempo en componer, producir a bandas y músicos como Damien Jurado, Foxygen, Gardens & Villa, The Maynards, Laetitia Sadier (voz de Stereolab), Guster y Jessie Baylin, dirigir cortometrajes, supervisar su estudio de grabación y participar como miembro a tiempo parcial en The Shins, pero por encima de todo eso, su principal fuente de actividad la encontramos en su carrera en solitario, avalada por nueve álbumes de larga duración y un buen puñado de Ep's. Del que fuera su último trabajo de estudio me viene de gusto hablar hoy, pero antes me apetece también contar un poco la manera en que me interesé por su discografía porque es tan boba que no puedo evitar soltarla para que os echéis unas risas sabiendo como ha funcionado siempre mi cerebro. La cosa fue tal que así...empecé a consumir su música a partir de un recuerdo de infancia o mejor dicho de adolescencia, que implicaba coches y baloncesto (oh, que novedad), dos de mis mayores intereses. Cuando era crío, había una pescadería al lado de mi casa, tocando puerta con puerta en mi calle, y la dueña tenia un coche pequeño con pinta de deportivo que me fascinaba, con lo que al preguntarle a mi hermano la marca y el modelo se me quedó grabado el nombre para siempre. Era un Suzuki Swift, que visto ahora no parece tan deslumbrante, pero en su época y tal y como lo tenia de cuidado aquella mujer, destacaba bastante aparcado en la acera junto a los viejos turismos de chapa chichinabesca que poblaban mi barrio. Esa fue la primera toma de contacto con el apellido del protagonista del post de hoy, pero unos cuantos años después lo volví a oír con fuerza, cuando seguía la histórica temporada rookie de nuestro Pau Gasol enrolado en las filas de Memphis Grizzlies, porque junto a él, jugaba Stromile Swift, un ala-pivot con una capacidad de salto asombrosa que aparecía cada dos por tres en el ranking de mejores mates de la semana. Como no podía ser de otra manera en base a mi incipiente fijación por la música, en cuanto me enteré de que existía un tipo llamado Richard Swift, lo interpreté como una señal de que debía cerrar la triangulación y me iba a encantar esa última elección. 

No acaba ahí la unión de circunstancias porque a raíz de una conversación reciente con bboyz y Sulo, se me pasó por la cabeza que del mismo modo que aquel bólido japonés y el atlético baloncestista desaparecieron del mapa y nadie se acuerda de ellos, la carrera estadounidense parece sufrir un hiato interminable en su faceta en solitario. Hace cinco años que no edita material en individual (tres si contamos su proyecto paralelo bajo el nombre de Instruments Of Science & Technology y cuatro si tenemos en cuenta su Ep, 'Walt Wolfman') y eso desconcierta a sabiendas de que siempre había hecho honor al significado de su apellido, sinónimo de rápido en lengua inglesa, publicando álbumes sin cesar. Sin embargo ante esa incógnita que produce la respuesta de cuando proseguirá su carrera, podemos consolarnos con discos tan eclécticos como este 'The Atlantic Ocean'.

En su juventud, se mudó a menudo con sus progenitores y hermanos pasando largo tiempo en zonas rurales en el norte de Minnesota y el sureste de Utah, comenzó a actuar y cantar en diversas iglesias cuando solo contaba con catorce años de edad y en su adolescencia, era conocido en los diferentes institutos donde se formó académicamente, por hacer películas con una cámara de vídeo portátil, para pronto pasar a experimentar con una grabadora de cuatro pistas creando un universo musical propio, que iba grabando en su casa y guardando como oro en paño para sacarle provecho en el futuro. No es de extrañar que con esa prematura pasión acabara siendo un auténtico talento, pero antes de lanzarse de lleno a mostrar su imaginario, estuvo un tiempo tocando los teclados en Starflyer 59, una banda cristiana que tenía a Catherine Wheel como principal fijación. Fue por un corto periodo y al salir de la formación se puso las pilas para autopromocionarse.

Vendió una serie de copias de su primera referencia, 'The novelist', en multitud de ferias en los alrededores de Los Angeles (California), con buenos augurios, luego sacó a la luz un segundo asalto compuesto por versiones de algunas de sus mas claras influencias, firmó por Polydor e inició una buena relación de amistad con Jeff  Tweddy, vocalista de Wilco, que le prestó su loft para grabar su cuarto trabajo y le reclutó para la gira de 'Sky blue sky'. A partir de ahí fue un no parar hasta llegar a este plástico y tocar techo compositivo. Una obra muy accesible, variada y cercana que podemos situar en algún lugar entre The New Pornographers, el Frank Zappa más digerible, Rox Sexmith, la primera etapa de Andrew Bird, Spencer Davis Group o Bobby Darin, con las melodías de The Beatles y el soft-rock de Todd Rundgren haciendo mella en cada pista. Un popurrí laureado que hace fácil la degustación del disco abrazando piezas tan deliciosas como "The Atlantic Ocean", de ritmo trotón marcado por un piano, adornada con teclados, sintetizadores y ligeros vientos, donde destaca su peculiar timbre de voz, junto a esos devaneos soul de su manual de estilo, mucho más perceptibles en la genial "The original though", que perfectamente podría haber creado junto a Danger Mousse o cantando a dúo con Cee-Lo Green, ambas mitades de Gnarls Barkley, "Balld of old what's his name", de corte clásico, muy afín a lo que hacen Dr. Dog en su glorioso 'Fate', una canción fascinante por sus preciosos arreglos y su estribillo travieso, "R.I.P.", melancólica, con una letra que es pura reflexión, arrimando su mensaje al que antaño ofrecía Harry Nilsson, "Already gone", donde vuelve a lucirse con los versos y canta dulcemente sobre un compás de vals, "Hallelujah, goodnight", curiosa y simpática brevedad sonora que arranca una sonrisa del rostro del oyente, y que da una clara señal del porque James Mercer le fichó para su banda, "The first time", que se abre con una pequeña máquina de tambor y un banjo reposado para evolucionar hacia una sabrosa gema pop que posiblemente se hace con el papel de tema estelar del lote, "The end of an age", que aboga por la sensibilidad otoñal y en cuyo ambiente planea la sombra de Burt Bacharach, "A song for Milton Helter", festiva y agradable para alzar los cascos de cerveza en compañía y brindar en desbocados cantos de felicidad, y "Lady luck", lo mejor para el final, una de sus más inspiradas composiciones si no la que más, una brillante tonada que abarca toda la magia del catálogo de la Motown Records, en el que posiblemente sea uno de los más logrados cortes de despedida de la historia.

Ricardo Sigilfredo Olivarez Swift-Ochoa (no es ninguna broma...ese es su nombre completo), tuvo la ayuda en el estudio de instrumentistas tan capacitados como Ryan Adams (ilustre líder de Whiskeytown con una aclamada trayectoria en solitario), Sean Lennon (hijo del mítico John Lennon y Yoko Ono), el popular productor y músico británico Mark Ronson (responsable del sonido de la gran mayoría de multiventas de este milenio), Casey Faubert (colaborador habitual de Sufjan Stevens, ex-guitarrista de Pedro The Lion y que ha participado en discos de Bob Dylan, Ester Drang, Rosie Thomas, Throw Me The Statue y Rocky Votolato, entre otros) y Steve Moore (componente de los siempre reivindicables Earth, los imponentes Sunn O))) y los progresivos Zombi, que además ha estado presente en todo el material de Laura Veirs).

4 comentarios:

  1. Es maravilloso leer tu entrada, pero más maravilloso eres tú. Me alegra que tu mano esté mejorando, cariño. Gracias por compartirme a este gran artista. No pensé que me gustara tanto este disco es tan variado. Te mando 1000 besos. Te quiero

    ResponderEliminar
  2. Maravilloso es leer tus comentarios, que siempre son tiernos y entusiastas, aunque poco objetivos, se nota que me quieres bien, jajaja.
    La música de Richard Swift es genial, me satisface que te haya gustado, tenia dudas al respecto, pero con tu buen paladar, que duda cabía :P
    Te idolatro, insisto!
    Te mando tropecientas mil muestras de cariño y amor eterno.
    Mua!!!

    ResponderEliminar
  3. El otro día, leyendo tu entrada, iban apareciendo ante mi vista nombres mágicos, como flashes, ...The Shins... Andrew Bird...Damien jurado... y me dije: esto tienes que escucharlo ☺. Hoy he encontrado un momento [no te creas, últimamente no puedo dedicar mucho tiempo a escuchar todo lo que se me acumula -creo que tengo el síndrome de diógenes musical ♫) y lo he puesto enterito. Mientras sonaba no sabía si me gustaba lo que oía (a veces pasa), seguro que tendré que volver a darle porque me parece que al final sí me ha gustado, je, je, es una música especial, hay que reconocerlo; y, bien pensado, las referencias están bien traídas. Un saludo ♪♪.

    ResponderEliminar
  4. A mi me pasó lo mismo al entrar en contacto con su música. Me costó bastante encontrarle el punto, la voz me parecía extraña y la instrumentación difícil de catalogar, por momentos me recordaba a Bowie (quien confieso no es santo de mi devoción, aunque decir eso a uno le parezca un sacrilegio), luego a The Beatles para remontar el vuelo y a continuación a Badly Drown Boy para descolocarme del todo, pero...tras unas escuchas comprobé que se me habían quedado grabadas sus canciones. Ahora cuando me lo pongo de fondo a cualquier actividad, parece que me de energías y acabo bailoteando y tarareando al compás de sus canciones. Tiene un algo que atrapa, no sé que es, pero lo que si tengo claro es que gana con las escuchas.
    Ya me contarás entonces... :D
    Un abrazo y buen finde!

    ResponderEliminar